Réquiem por el Taxi.

Los privilegios de ciertos sectores son un perjuicio para los consumidores

EN PROFUNDIDAD

AMADEO PETITBÒCatedrático de Economía AplicadaVEA MÁS NOTICIAS>>

   

Hace unos días en la ciudad de Madrid se manifestaron taxistas de toda España. No eran muchos, pero alborotaron el tráfico y algunos ciudadanos resultamos perjudicados sin que nadie nos indemnice por ello. Los taxistas ejercieron sus derechos y yo no pude ejercer los míos.

En este contexto, los directivos de la Federación Nacional del Taxi se equivocaron. Como en su día se equivocaron los directivos del Consejo General de Colegios Farmacéuticos de España. En ambos casos han reaccionado frente al trabajo de las autoridades de defensa de la competencia. Su error ha sido elemental: han contribuido a difundir unos informes que, entre otras cosas, ponen de relieve los privilegios de farmacéuticos y taxistas propietarios. Privilegios que se traducen en un inequívoco perjuicio a los consumidores y en el pago de jugosas transferencias por hacerse con la propiedad de farmacias y taxis.

El primer efecto de la manifestación será la reducción del importe de dichas transferencias. Quien tuvo y vendió pronto obtuvo recompensa. Quien esperó o espera puede resultar perjudicado. Tan pernicioso efecto se explica, sobre todo, porque los citados dirigentes se han opuesto a la modernidad; han ido contra los designios de la tecnología. Nada hay que pueda frenar el progreso y la libertad. La máquina de escribir, el coche de caballos, el papel carbón o la Hoja del Lunes son recuerdos del pasado. Y se avecina el coche sin conductor… Cuando llegue ¿qué hará el conductor? También deberán adaptarse las estaciones de servicio cuando todos los coches sean eléctricos o se muevan con hidrógeno. ¡Esta es la grandeza del progreso!

Lo que ignoran los directivos citados es que hay más partidarios de Uber, Cabify, etc., de lo que ellos piensan. Tales directivos se han convertido en frenos del cambio en lugar de impulsores del mismo. No solamente los consumidores y determinados inversores quieren nuevas formas de transporte urbano. También muchos asalariados del taxi quieren ser dueños de su propio destino. Y podrán serlo sin demasiadas dificultades. En este contexto el regulador deberá optar por una normativa eficiente que permita la ordenación del mercado del transporte con conductor sobre la base de la competencia leal y efectiva sin que quepan resquicios para la competencia desleal. ¡Ah! Y que los taxistas conozcan las calles, traten bien al cliente y vistan con decoro como recordaba atinadamente una empresaria del sector. Porque al lado de auténticos profesionales -individuales o empresas- conviven otros que llevan a cabo su trabajo sin cumplir estas elementales características.

Sobre estas cuestiones resulta pertinente la lectura de sendos informes económicos “sobre los límites cuantitativos y las restricciones a la competencia en precios en el sector del taxi” de las ciudades de Córdoba y Málaga emitidos recientemente por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Los informes contienen atinados análisis que conducen a conclusiones tumbativas, difícilmente rebatibles en relación con el fondo, y susceptibles de discusión sobre aspectos marginales como la cuantía exacta del daño económico causado al consumidor. En esta cuestión, pequeñas diferencias carecen de importancia, porque lo importante es el elefante que ocupa la habitación y no la mosca que se pasea sobre los lomos del elefante.

En efecto, tomando como referencia el año 2012 -sin dificultades las cifras pueden extenderse hacia 2013 y 2014- la pérdida de bienestar de los consumidores -aproximadamente, el beneficio extraordinario obtenido por los taxistas como consecuencia de las ineficientes restricciones a la competencia- ascendió a 2.475.293 de euros en la ciudad de Cordoba y 4.359.464 de euros en la ciudad de Málaga. Cifras explicables por la limitación en el número de licencias y por el exceso de precio en relación con el que correspondería a una situación de competencia leal y efectiva sin barreras de entrada. Además, no hay duda de que con las nuevas formas posibles de transporte público estas cifras se incrementarán notablemente.

Dicho esto, la conclusión es clara. Manifestándose como lo hicieron los taxistas fueron contra sus propios intereses amén de ir contra los intereses de sus clientes y de los potenciales competidores. Una actitud eficiente consiste en adelantarse a los cambios que se acercan y procurar hacer del taxi una actividad competitiva. De no hacerlo, como ha sucedido, pronto entonaremos un réquiem por el taxi que no será tan hermoso como los de Berlioz, Brahms, Verdi o Mozart. Que la luz eterna les ilumine.

Publicado por el Economista.