Los microbotellones toman Valencia

ÁLEX SERRANO

El crecimiento del consumo de bebidas alcohólicas por las calles se dispara de la mano del aumento de licencias a nuevos locales de ocio

La Policía Local usa una expresión a menudo cuando habla de la lucha contra el botellón: agua entre los dedos. Pese a los esfuerzos de los agentes, que cuentan incluso con la colaboración de la Nacional, los microbotellones se dispersan por toda la ciudad alcanzando prácticamente cualquier plaza con bancos cerca de una discoteca, zona de fiesta o local de ocio. El aumento de estos locales es, precisamente, una de las causas que más repiten los vecinos para explicar el crecimiento de este fenómeno. Las molestias para los vecinos son evidentes: basura, ruidos y malos olores afean decenas de entornos residenciales por toda la ciudad.

Un análisis distrito por distrito revela que en total se practica botellón en 14 de los 19 distritos de Valencia. Se salvan, únicamente, Campanar, Camins al Grau y Pobles del Nord, del Sud y de l’Oest. El fenómeno del microbotellón se da, así, en un total de 26 barrios, además del viejo cauce del Turia, para un total de más de 80 zonas.

El microbotellón ha existido desde siempre en torno a las discotecas, pero en Valencia creció a partir de 2011. Fue cuando la entonces alcadesa Rita Barberá convirtió en un deseo personal la eliminación del macrobotellón del campus de Tarongers, que provocaba serios problemas a los vecinos del barrio de San José y que, durante la celebración de las paellas universitarias, llegó a causar la suspensión de clases por las molestias causadas por la fiesta. Ahora, la presión policial no ha eliminado el hábito de beber en la calle: más bien lo ha disgregado por prácticamente toda la ciudad.

Según un estudio realizado por el Plan Joven del Ayuntamiento de Valencia en 2015, el perfil del joven que realiza botellón es el de un universitario que sale de fiesta tres días al mes, sobre todo viernes y jueves, acude a los locales más cercanos después de beber, no recoge cuando acaba, es consciente de que el botellón molesta y cree que el botellón no está relacionado con el vandalismo callejero. Con este perfil, no resulta de extrañar que la zona más afectada por el botellón sea la más próxima a las universidades y, en concreto, al campus de Blasco Ibáñez. Al igual que en otros puntos como Juan Llorens o el mismo barrio del Carmen, todo el entorno de las plazas del Cedro y de Honduras está jalonado de microbotellones, de no más de 15 ó 20 personas que beben en la calle hasta bien entrada la madrugada. Los vecinos de esta zona, además de aliarse con los hosteleros para ofrecer alternativas de ocio saludable, han decidido hacer caceroladas nocturnas todos los viernes hasta mayo para evidenciar su problema.

Otra de las zonas afectadas es la que rodea a la Ciudad de las Artes y las Ciencias y a la Marina Real Juan Carlos I. Dos de las infraestructuras o complejos más nuevos de la ciudad suponen un poco de atracción no solo para turistas o empresarios, sino también para jóvenes que acuden a beber a los alrededores del Umbracle o de la calle Eugenia Viñes y acceden después a las discotecas situadas en estos entornos.

Es también una constante que los microbotellones se ubiquen en zonas próximas a locales de ocio. Es lo que pasa, por ejemplo, en Nou Moles. Según la asociación de vecinos, en los alrededores de la calle Hermanos Rivas se encuentra un local de ocio al que acuden cada noche del fin de semana cientos de jóvenes, que aprovechan para beber en un solar cercano.

En algunos lugares de Valencia la situación afecta a barrios enteros. Es el caso de Ruzafa. Reconvertido, tras un proceso de gentrificación que comenzó cuando en verano de 2011 los comerciantes chinos abandonaron el barrio, en zona de moda, los vecinos han empezado esta semana a colgar carteles en sus ventanas para exigir respeto a su descanso. Es una situación que en Ruzafa se agrava por la estrechez de las calles y la proliferación de terrazas, que en esta zona ha alcanzado niveles «dantescos», según denuncian las entidades vecinales.

También es «dramática» la situación en la Creu Coberta. La presencia de una conocida discoteca en la calle San Vicente provoca decenas de molestias para los vecinos, que han salido a la calle varias noches para pedir respeto por su descanso. Con todo, la situación en esta zona ha mejorado ostensiblemente tras una reunión con la concejala de Seguridad Ciudadana, Sandra Gómez, que se comprometió a aumentar la presencia policial en el entorno de la Cruz Cubierta. Ese aumento de la policía en la zona ha tenido un efecto secundario: el botellón se ha trasladado y ha pasado de la Cruz Cubierta al aparcamiento del Cementerio General, al otro lado del Bulevar Sur.

En cualquier parque

Sin embargo, el botellón no está circunscrito a determinadas zonas. Prácticamente cualquier parque con zonas oscuras es bueno para este hábito. En el barrio de Morvedre, las calles de la zona son un hervidero de botellón en fin de semana. También lo es Arrancapins, sobre todo en los alrededores de la calle Estrella, junto a la Estación del Norte, o en los jardines centrales de la Gran Vía Ramón y Cajal y de la plaza de España.

La reurbanización de esta zona en 2013 no alcanzó el espacio entre la calle Jesús y la misma plaza de España, que mantuvo unos jardines centrales oscuros y cubiertos, junto a la pirámide que marca la estación de Metrovalencia, que se llenan de jóvenes practicando botellón los fines de semana atraídos, de nuevo, por una conocida discoteca y, además, a apenas unos metros de la jefatura de la Policía Nacional, en la esquina de la Gran Vía Ramón y Cajal con la calle Cuenca.

Zonas conflictivas

La Policía Local de Valencia, en respuesta a las quejas y reclamaciones vecinales que se producen por la noche, se ha dividido en «zonas de actuación» en función de la mayor incidencia del botellón y del número de reclamaciones. Estas reuniones provocan, según la Policía Local, «altercados del orden público, destrozos en el mobiliario urbano, daños en propiedad privada, molestias producidas por ruidos procedentes de instrumentos musicales, etc…».

Por ello, el cuerpo ha propuesto un dispositivo especial de vigilancia «con el objeto de reducir la comisión de este tipo de comportamientos ilícitos y antisociales, a través de la prevención mediante el establecimiento de vigilancia estática o de vigilancia y persecución de todo tipo de infracciones penales y administrativas, con la acción móvil de vehículos uniformados combinados con los camuflados».

Este dispositivo, en marcha desde comienzos de 2016, actúa sobre todo en la plaza del Cedro, en el centro, en las universidades, en Ruzafa, en Juan Llorens y en San José. La zona con más personas desalojadas de botellones ha sido la plaza del Cedro, con 2.030 desalojos. En en estas seis zonas de actuación, la Policía Local ha desalojado a 2.904 personas e intervenido 529 envases.

Los agentes también vigilan los locales. Un total de 266 establecimientos han sido denunciados en las seis zonas. Sin embargo, el número de actas levantadas por la Policía Local por consumo de alcohol en vía pública es muy reducido: 7 en el Cedro, 3 en el centro y 4 en San José.

Fuentes policiales explican que esto se debe a que para denunciar a alguien hay que encontrarle bebiendo y tomar dos muestras de su copa, que luego analiza el Laboratorio Municipal para comprobar si lleva alcohol. En caso de haberlo, es cuando se sanciona. Este tipo de normativa es la que impide una mayor agilidad, por lo que en mandatos anteriores se barajó que los agentes pudieran multar sólo con su testimonio, sin necesidad de ningún análisis.

Pese al aumento de la presencia policial en las zonas próximas a locales de ocio, el botellón no desaparece: solo se dispersa. Diversas voces, entre ellas la de la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos, María José Broseta, insisten en la necesidad de «repensar» el modelo de ocio de la ciudad, para dar alternativas de ocio saludable a los más jóvenes

Publicado por las Provincias.