Las verdades como puños del taxista de Podemos

Manías de cada uno, la de Iñaki es comprarse de una tacada un pack de libretas donde va apuntando sus cosas mientras conduce el taxi por Madrid. «Fíjate, fue casualidad, la que me tocaba este año es morada», suelta mientras desliza una sonrisa. «Morada, como Podemos». Iñaki es vasco, tiene 46 años, trabaja al día 16 horas, paga «cuatro hipotecas», cree en las señales, como la de la libreta, y está «al límite». «Mira cómo tengo las uñas, macho», las enseña, carcomidas. «Estoy harto de recibir llamadas del banco por los recibos pendientes, a mí no me gusta nada deber dinero», suelta con rabia.

Para Iñaki todos sus días son días de furia. Sus verdades son puños al aire que le golpean cada mañana, cuando coge el taxi en la Sierra, donde vive, y baja a la capital. Puños como la corrupción: «Si es que PPSOE están llenos de corruptos, y los españoles les siguen votando como borregos». O la burbuja inmobiliaria y los bancos: «Me hierve la sangre porque nos daban créditos de 300.000, de 400.000 euros, por cosas que no valían ni la mitad; hipotecas a 50 años que herederán los hijos, que posiblemente se verán en la calle».

Admite que no ha sido un «ciudadano ejemplar» porque nunca se involucró en política. Era ajena a él. No confiaba. Su primer voto fue a los 42 años: a los verdes y a los animalistas. «Siempre pensé que la política era la gran puta, que te miente, te gime y se lo pasa bien contigo por el dinero, pero ahora me doy cuenta de que la política puede ser otra cosa, una chica honrada, que se ríe, que es pura, que lo pasa bien contigo». Para él el cambio tiene nombre: Podemos. «Hasta que aparecieron no tenía esperanza». 

Su indignación le llevó hace dos semanas a poner una pancarta en la luna trasera del taxi en la que se puede leer: «PPSOE=Economía liberal=Estafa, Ahora Madrid, Podemos». Luis Alegre, secretario general de Podemos Madrid, coincidió en la carretera con él, le hizo una foto yla tuiteó: «Es el termómetro de una ciudad de la que vamos a estar orgullosos», comentó Alegre. La entrada tuvo decenas de retuiteos.

El Móvil de Bobby le localiza una tarde. Nervioso al principio, llega con notas manuscritas sobre varios temas que no quiere dejar en el tintero. Ni se había enterado de que su foto circulaba por Twitter. «Es que no tengo redes sociales», justifica. Le acompañamos aapatrullar Madrid y se va soltando. «Todos dan por supuesto que la corrupción es innata al ser humano,  y que votar al PP o el PSOE es lo normal… es que para mí la mayoría de españoles son autómatas», valora Iñaki, que nació en Suiza porque sus padres (enfermera y administrativo) emigraron en los 60 a buscar trabajo «como ahora hacen los jóvenes de aquí», que trabajó de todo: figurante de cine, ciclista amateur, camarero en el restaurante Biche, donde «iban muchos políticos», de obrero en la construcción, y hasta en Telepizza… 

«Me hicieron jefe de tienda, pero me fui, me cansé de la explotación a los trabajadores; a veces, cuando hacía el reparto, decía que se habían caído las pizzas y se lo daba a gente extranjera, sin recursos». ¿No te importa que lo pongamos esto?. «No, ¡qué va! Estoy orgulloso de haberlo hecho». Las horas que le permitía el trabajo de turno, hincaba los codos. Se sacó Empresariales por la UNED en diez años. «La UNED es el cortijo de los socialistas», aprecia.

«Lo mío es un estado de ánimo y mi estado de ánimo es Podemos», insiste Iñaki, un tipo que palpa la calle. Su taxi es un CIS con ruedas. «Es que yo hago sondeos a los clientes; les pregunto por las cosas malas y las buenas de Podemos».

– ¿Y qué te dicen?
– Pues algunos dicen que con Podemos está todo en el aire, y yo les pregunto ‘¿pero acaso no estamos todos los españoles en el aire?’ Otros te dicen que tienen ideas utópicas que se quedarán en nada, que tienen miedo porque no han gobernado nunca, y por todo lo de Venezuela, que es el miedo que han metido los otros, y yo les pregunto, ‘¿tú no les preguntas a esos cinco millones de parados si tienen miedo?’.

Iñaki empezó en el taxi tras una rotura sentimental. «Me dijeron que se ganaba dinero, y era verdad». «Los del Santander se hicieron muy amigos míos y además de la licencia y el coche, me dieron para la casa», recuerda. Pero llegó la crisis. Hace dos años, «cuando estaba ya con el agua al cuello», compró una ranchera para el taxi y «tuve que poner el seguro a terceros, era lo lógico porque yo nunca he tenido accidentes, y a todo riesgo valía mucho dinero. Maldito el día». El destino se le trastabilló con un conductor que le picó y le amenazó con sacarle de la calzada bajando de la Sierra. «Perdí el control del vehículo». «Yo me salvé de milagro, y el coche tenía una avería de 10.000 pavos, me lo comí con patatas, la cuarta hipoteca», lamenta.

Currar sin descanso. No le queda otra. Sabe que cometió un eror y tiene que pagarlo. «Cuando estás 16 horas en el taxi, la vida es de perro, desayunar, salir, currar y acostarse». Por eso le hierve la sangre cuando día tras día se reafirma en «que el sistema político está subordinado a los lobbys de los bancos y la construcción». «Podemos está en mi linea de hacer un país más justo; hay que ser valientes, señores, no puedo entender cómo esos 20 millones de personas que tienendificultades económicas sigan votando a los mismos, a la falsacracia que han montado PPSOE

En un parón para tomar un café, Iñaki despliega los vasos por la mesa. Dos muy juntos, otro separado, en la esquina. Es su metáfora de la realidad política. «Para mí España está en la UVI, hay dos bombonas que usa el paciente, no fucionan y así llevamos 30 años, el enfermo va a morir. Pero te dicen ‘no uses la otra, que tiene nitrógeno, que te va a matar’, yo les digo que os den por c…, yo me voy con la otra a intentar salvar la vida». Iñaki se lo cuenta a quien le quiera escuchar: a los clientes, a otros taxistas…

«La gente del taxi, por ejemplo, tiene miedo a Podemos, si es que los españoles no tienen sentido crítico, no hay un filtro», explica Iñaki, que sigue sin entender «cómo se puede dejar especular con un derecho fundamental como es la vivienda». «Les han dejado poner las cláusulas y los tipos de interés que han querido», comenta el taxista, que recibe apoyo en la calle cuando la gente ve su pancarta, pero también regañinas: «El otro día me adelantó un policía en moto, que se puso a mi altura, y  me negó con la cabeza, ‘pues múltame’, pensé…»

«Mi ideología es neutral», dice Iñaki, que si tuviera enfrente a Pablo Iglesias le preguntaría qué «carga ideológica» tiene su discurso «porque, yo no soy tonto, pero la marcha por la dignidad me sorprendió ver tantas banderas republicanas, debería suavizarse un poco».»También le preguntaría si va a haber un feedback con los votantes», añade.

Lo que tiene muy claro es que Podemos apoya la lucha contra Uber, «al que le quieren permitir cargarse el sector del taxi», un sector que, de hecho, ya vive sus peores momentos: «Los llamados floteros están subarrendando el taxi, y le piden al conductor el 40% de la recaudación, eso es una explotación, además de infringir las normativas de la Seguridad Social». 

«Tambien hay jubilados que subarriendan su taxi, otro robo». Lo que le quita el sueño últimamente es el Tratado de libre comercio (TTIP) que se está negociando entre Estados Unidos y Europa, que quiere «hacer legal lo ilegal, será la liquidación de las profesiones rentables de un país». Al igual que en Podemos encontró un salvador, en el sector del taxi lo halló en Elite Madrid, «un grupo de taxistas que dejan de trabajar para perseguir a los ilegales y el intrusismo feroz que tiene nuestro colectivo.Esta gente también merece muchísimo la pena