De Por Tangi QUEMENER | AFP
El presidente de Uber, Travis Kalanick, en Saint-Denis, cerca de París, el 10 de diciembre de 2013
Una pancarta en la que se lee «Papá Hollande, sálvanos de este cáncer. No a los coches de transporte …
«Era una profesión preciosa, que se está deteriorando», dice con amargura Philippe Rossignol, taxista parisino, en alusión a la competencia de Uber, pero también al Estado francés, que «no realiza su tarea» de regulador.
«Desde hace años, realizamos entre el 15% y el 20% del volumen de negocio» de antaño, asegura Rossignol, de 45 años. de los que 17 lleva conduciendo un taxi en París y su región.
Los nuevos actores del mercado, entre ellos los denominados VTC, coches de transporte con conductor, son los que más daño han hecho al gremio. «Cada vez comemos más de la misma torta», constata Rossignol, de una familia de taxistas. La única solución para mantener un ingreso estable es trabajar más. «Antes, cuando me faltaban dos horas para terminar y pasaba cerca de casa, ya me quedaba. Ahora, tengo que seguir», dice.
Al igual que muchos de sus colegas, para este taxista, la nueva competencia de los VTC y, sobre todo, del gigante estadounidense Uber, no es «justa ni leal ni sana». Empezando porque a los taxistas se les exige un control anual de los vehículos, visitas médicas, certificados penales sin antecedentes y contadores «controlados» por el Estado, que es el que marca las tarifas.
En París, un trayecto de seis kilómetros en taxi por el centro de la ciudad cuesta casi el doble de lo que propone Uber. ‘UberPOP’ cobra entre 7 y 10 euros, ‘UberX’ entre 12 y 15 euros, mientras que un taxi viene a costar entre 14 y 17 euros, según las estimaciones de las páginas web de las compañías de taxi y de Uber.
Uber, mediante su popular aplicación de smartphone, utiliza un contador ‘horokilométrico’ virtual, lo que le valió a la compañía una demanda por ‘competencia desleal’ en el tribunal de comercio de París a finales de 2014. El servicio ‘UberPOP’, de la empresa californiana, también es objeto de denuncias porque los conductores no son profesionales, sino particulares. La justicia condenó por este servicio a Uber a pagar una multa de 100.000 euros. La empresa apeló la sentencia y sigue proponiendo el servicio ‘UberPOP’.
Según el presidente de Uber, Travis Kalanick, «las leyes están ahí para proteger a los actores históricos», no solo en Francia, sino en general.
– Mejorar la calidad de los servicios –
«El problema de los procesos judiciales es que son demasiado largos», dice Rossignol. La policía «ha puesto multas pero la justicia no sigue» y las condenas a los taxis clandestinos son más bien clementes, incluso a los reincidentes, según él.
Los taxis se alarman también de los efectos de la competencia sobre el valor de sus licencias, que han pasado de valer 222.000 euros a 180.000 y siguen bajando. Antes eso era una inversión, ahora está dejando de serlo, advierte Philippe Rossignol.
El 18 de enero, Kalanick aseguró que su empresa podría crear 50.000 empleos en Europa, solo en 2015. Para Alain Grisset, presidente de la Unión Nacional de Taxis (UNT), son promesas vacías de sentido. En las mismas condiciones, «nosotros podemos crear 200.000 empleos», ironiza antes de instar a las autoridades a que tengan la «valentía» de prohibir este servicio.
Antes de la irrupción de ‘UberPOP’, los taxistas ya se quejaban de que los VTC trabajaban como autoemprendedores, con menos cargas que ellos.
Kalanick asegura que la idea de crear Uber le surgió en París por las dificultades para encontrar un taxi en la capital francesa. Rossignol reconoce que la empresa estadounidense ha podido crecer «gracias a algunas carencias» de los taxis parisinos.
Según la Prefectura de Policía de París, que concede las licencias, 17.702 taxis circulaban en la capital el 28 de enero de 2015.
En 2010, un sondeo publicado por la web hotels.com colocaba a la capital francesa en último lugar de una clasificación de grandes ciudades turísticas mundiales por la calidad de sus taxis. El principal reproche, su falta de amabilidad. «Las centralitas de las compañías presionan a sus conductores para que estén bien vestidos y sean amables», dice Rossignol, que trabaja con traje y corbata.
En su coche, un 508 break híbrido diésel, estandarte de la gama Peugeot, propone revistas, agua y un enchufe para recargar los teléfonos móviles.
Publicado por yahoo. Com