Guerra sucia en el mundo alternativo del taxi

Guerra sucia en el mundo alternativo del taxi

MICHAEL MCLOUGHLIN MADRID

Uber y su rival Lytf se acusan de urdir sabotajes con miles de reservas falsas para bloquear sus servicios

Cazar un taxi el pasado día 11 de junio en Madrid, en Barcelona, en París o otras ciudades europeas como Hamburgo o Milán fue poco menos que una odisea. Aquella huelga, que tuvo una réplica de menores consecuencia el pasado 1 de julio, puso en primer plano a Uber, un servicio de transporte compartido, al que los profesionales del gremio acusan de competencia desleal e intrusismo, entre otras cosas. Mientras estas multitudinarias quejas forzaban incluso a las autoridades comunitarias a pronunciarse, otros veían en esta bronca un conflicto surgido por la escasa capacidad de ciertos sectores para modernizarse ante los nuevos desafíos y reglas de internet.

Sin embargo, el último reto de Uber parece haber surgido en su propio campo de juego. Y es que la empresa creada en San Francisco en 2009 ha entrado en una guerra de acusaciones con uno de sus rivales, Lytf, una aplicación pareja dedicada también al transporte compartido. Ambas compañías han emitido en los últimos días sendos comunicados en los que se denuncian mutuamente como responsables de los graves problemas que han sufrido en las últimas semanas.

Los responsables de Lyft salieron a la palestra para denunciar que en los últimos diez meses habían sufrido 5.560 reservas falsas, canceladas pocos minutos antes de la hora acordada, con el fin de empeorar el servicio. El dedo acusador señaló directamente a Uber que, según las explicaciones de su rival, habría movilizado a sus empleados para llevar a cabo esta guerra sucia.

La empresa de San Francisco no tardó en contraatacar y afirmó ser víctimas de un sabotaje consistente en 12.900 viajes anulados. El motivo que esgrimieron es el malestar generado después de que muchos de los inversores invitasen a la compañía a sacar a sus rivales de la carrera a golpe de talonario y Uber lo hubiese rechazado. «Uno de sus mayores accionistas dijo que Lyft se volvería nuclear si no la adquiríamos. Solo podemos asumir que los recientes ataques forman parte de esa estrategia», indicaron.

A pesar de esta cerrada defensa, muchos han recordado que Uber reconoció a principios de año que ya utilizó estas mismas técnicas con Gett, un pequeño competidor. Por esa razón, algunos han decidido poner en cuarenta esta polémica. Esta guerra comenzó hace meses con una fuerte batalla de precios que llevó el margen de beneficio del servicio desde el 20% hasta un 5%, dependiendo la empresa.

La principal diferencia entre ambas compañías es la filosofía, aunque el negocio sea idéntico. Mientras Uber ha tratado de imprimir aires más ‘premium’ a sus servicios, Lyft es una plataforma más informal que adorna a los coches de su parroquia con un enorme bigote rosa que cuelga en la parte frontal para identificarlos. Pero aparte de esas pequeñas diferencias, el objetivo es el mismo. Tal es el punto de parecido, que ambos han puesto en marcha servicios similares a Blablacar, con el que compartir coche y gastos.

Sin embargo, Uber ha recibido un balón de oxígeno en los últimos días. El pasado 14 de agosto, el Ayuntamiento de Berlín, intentó poner coto a estas plataformas imponiendo una férrea prohibición. Las multas por hacer uso de ellas podrían alcanzar los 25.000 euros. Las autoridades de la capital alemana consideran que no existen control de los conductores y que, en caso de un accidente, no existe seguro para el cliente.

La compañía decidió recurrir ante la justicia del país que, contra todo pronóstico, decidió dejar en suspenso este veto hasta que el tribunal encargado de la apelación resuelva el caso. Por tanto, la flota de este servicio puede seguir funcionando en estas zonas por el momento.

Este caso ha vuelto a poner de manifiesto las dificultades para regular estas iniciativas. Mientras algunas ciudades como Londres han decidido, a pesar de las dudas iniciales, permitir su funcionamiento, las autoridades francesas han tratado de buscarle un encaje con una gran batería de normas. Sin embargo, en la mayoría de casos en Europa, las autoridades aún no han resuelto un problema que parece seguirá dando que hablar los próximos meses.

Publicado por Las Provincias.es.